#128. Micromanagement tecnológico

Delegás en IA… y terminás patrullando bots

En el IA Day que participe hace días, escuché a un empresario orgulloso de su logro: varios agentes de IA haciendo tareas, otro agente vigilando a los agentes y él, por las dudas, vigilando al vigilante. 

Lo dijo como si hubiera llegado al futuro. Yo vi otra cosa: micromanagement con esteroides. No con personas, con máquinas.

Lo entiendo. La IA se equivoca. Hay alucinaciones. Nadie serio te promete precisión perfecta. 

Pero de ahí a revisar todo hay un abismo: el de cambiar la promesa de la IA (velocidad y foco) por la vieja ansiedad del control total. 

Y esa ansiedad es cara: frena al equipo, te roba horas y termina matando el proyecto “porque no ahorra tiempo”.

La ilusión de control

Revisar cada salida se siente seguro. Como mirar cámaras en un local vacío: tranquilidad para vos, cero impacto en ventas. 

El trabajo invisible que sí mueve la aguja —definir qué decide la IA, hasta dónde, con qué límites— queda para “después”. Y “después” nunca llega.

Cuando no hay reglas claras, aparece el pánico. 

Cuando hay pánico, aparece el micromanagement. Y cuando hay micromanagement, no hay adopción: hay pilotos eternos que no escalan.

Diseñar confianza (no pedir milagros)

Con IA, la confianza no es fe; es diseño. Se construye antes del output, no después. En una pyme esto se traduce en tres decisiones sencillas, escritas en una sola hoja:

  1. Qué puede decidir la IA sin pedir permiso (solo lo reversible y barato).

  2. Cuándo te tiene que llamar (palabras sensibles, montos, contradicciones, baja confianza).

  3. Quién es el dueño del sistema (no el más tech, el más responsable).

Sin esa hoja, vas a perseguir respuestas como quien persigue sombras.

Lo que sí cambia el juego (hoy, no el lunes)

Si sos dueño, tenés que dar un gesto mínimo que mueva el sistema. No “más agentes”, no “más dashboards”. 

Un gesto:

Elegí un solo proceso vivo (por ejemplo, respuestas a consultas repetidas). 

Escribí una frase que defina el tono permitido, un límite que la IA no puede cruzar (promesas, descuentos, datos sensibles) y una excepción que active revisión humana. 

Luego dejá que fluya hoy.

 A la tarde, mirá solo los casos que tocaron excepción y corregí la regla, no el texto.

Ese pequeño cambio —corregir la regla en lugar del output— es la diferencia entre liderar con IA o vigilar bots.

Qué no vas a leer acá

No te voy a decir que “con IA vas a triplicar ventas en 30 días”.

 Tampoco que “si no la adoptás, morís”. Lo que sí te digo es que tu empresa ya tiene IA: en la cabeza de tu gente, cada vez que copian y pegan, cada vez que revisan más de lo que producen. 

Formalizarla con límites y excepciones no es futurismo; es higiene operativa.

La pregunta incómoda (y útil)

Si mañana te quedás sin tiempo para revisar, ¿tu sistema colapsa o sigue?

Si colapsa, no te falta precisión. Te falta diseño.

Cierro

La IA no vino a ocupar tu silla, vino a sacarte de la silla equivocada: la del corrector compulsivo. 

Dejá de perseguir salidas. Diseñá entradas claras. Límites simples. Excepciones raras. Un responsable. 

Y volvé a lo tuyo: decidir, vender, liderar.

*La charla mencionada es e IA DAY 2025 prepare un informe de ese día que podes ver acá

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